domingo, 18 de marzo de 2012

El hombre del Ciervo Rojo

Un equipo internacional ha analizado los huesos de unos extraños ejemplares del género Homo encontrados en China. Por sus rasgos híbridos, entre arcaicos y modernos, los descubridores sugieren que podría tratarse de un nuevo linaje o proceder de una migración desde África.



Los restos fósiles de cinco humanos diferentes recogidos en el suroeste de China son un nuevo misterio para los paleoantropólogos. Según la datación publicada en la revista PLoS One, tienen entre 14.500 y 11.500 años, por lo que coincidieron con el Homo sapiens. Sin embargo, algunos de sus rasgos son muy primitivos, parecidos a los de humanos mucho más antiguos.
Sus descubridores, liderados por Darren Curnoe, de la Universidad de Nueva Gales del Sur, lo han bautizado ‘hombre del Ciervo Rojo’, recordando el nombre de una de las cuevas donde encontraron los restos y porque, probablemente, se alimentaban de estos animales.
Los científicos se han aventurado a sugerir que podría tratarse de una especie hasta ahora desconocida que sobrevivió hasta el final de la Edad de Hielo, hace unos 11.000 años. La segunda hipótesis que plantean, menos arriesgada, es que estos humanos procedían de África, pero no interaccionaron genéticamente con el hombre moderno porque emigraron antes que el resto.
En el este asiático, los restos fósiles son escasos, lo que dificulta el trazo de la evolución humana durante la parte final del Pleistoceno en esa región.
Para este estudio se han comparado esqueletos parciales de dos yacimientos cercanos.  Por un lado, se estudió el esqueleto parcial de una cueva cercana al pueblo de Longlin, en la región de Guangxi, que se recuperó en el 1979 y se empezó a investigar en 2009. Por otro, se utilizó material de la excavación realizada en el año 1989 en la cueva relativamente vecina de Maludong (Cueva del Ciervo Rojo en chino), cerca de Mengzi, en la provincia de Yunnan, que ya se habían analizado un año antes.
Información en los huesos
La comparación entre los cráneos y los dientes de los restos fósiles recogidos en Longlin y Maludong muestran similitud entre ellos, por lo que los científicos deducen que son de la misma especie. Lo sorprendente es que tienen a la vez rasgos de hombre arcaico y moderno.
Los escáneres muestran como los lóbulos parietales tienen características arcaicas, en comparación con sus cavidades cerebrales, que muestran que tenían lóbulos frontales parecidos al de los humanos actuales.
Otras de sus características son cavidades cerebrales redondeadas con prominentes arcos de las cejas. Los huesos de sus cráneos eran gruesos, con unos rasgos faciales cortos y planos, aunque de nariz amplia. Las mandíbulas salían hacia fuera, pero no tenían la barbilla de los seres humanos actuales.

Fuente:  http://www.agenciasinc.es/Noticias/Quien-fue-el-misterioso-hombre-del-Ciervo-Rojo

Crean el primer registro genético para medir el impacto humano en los ecosistemas desde el Neolítico

Un equipo interdisciplinar liderado por investigadores andaluces persigue crear un banco de datos genéticos de las especies autóctonas y de las condiciones ambientales registradas en los antiguos ecosistemas. Los expertos obtendrán las muestras que conformarán el registro a través del análisis de huesos provenientes de vacas, conejos, cabras, ovejas y de otros animales que utilizaban los humanos hace más de 6.000 años para alimentarse.






Lo que hoy somos tuvo un principio. Investigar cómo fue ese momento, qué costumbres tenían los seres humanos hace 10.000 años, cómo era su entorno y, en definitiva, cómo sobrevivían, podría facilitar las claves para enfrentarse a las nuevas situaciones que depara el futuro. Éste es uno de los principios en los que se basa el trabajo de la investigadora del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH) y profesora de la Universidad Pablo de Olavide, Eloísa Bernáldez-Sánchez.
El estudio persigue crear un banco de datos genéticos de las especies autóctonas y de las condiciones ambientales registradas en los antiguos ecosistemas. Según Eloísa Bernáldez- Sánchez: “esta base de datos nos ayudará a medir el impacto de las culturas humanas en la naturaleza que, además, facilitará la elaboración de un protocolo de actuación y protección de este patrimonio arqueológico orgánico dirigido a investigadores, empresas arqueológicas y gestores del patrimonio cultural y natural”.
Los investigadores obtendrán las muestras que conformarán el registro a través del análisis de huesos provenientes de vacas, conejos, cabras, ovejas y de otros animales que utilizaban los humanos hace más de 6.000 años para alimentarse. Este registro aporta pistas sobre la evolución del comportamiento trófico de los humanos, y de las consecuencias derivadas de las prácticas de la domesticación de especies animales.
El material encontrado en los yacimientos de desechos y residuos generados por los humanos durante el holoceno (período que comienza hace 10.600 años), denominados ‘paleobasureros’, constituye algo más que basura para estos expertos: “No sólo podemos saber qué comieron nuestros antepasados, también podemos reconstruir el clima, los paisajes, los recursos naturales y cómo domesticaron especies animales y vegetales que les permitieron sobrevivir cuando otras especies desaparecían”, señala la investigadora.
La principal ventaja de los ‘paleobasureros’ es que constituyen los registros más intactos y menos manipulados. “Nadie toca la basura, porque como es algo que no tiene ‘valor’, permanece intacta, lo que resulta paradójico, pues gracias a eso se trata de una fuente de información extraordinaria capaz de conectarnos con el presente, es el eslabón perdido de nuestra huella ecológica: la paleohuella ecológica”, subraya la investigadora.
Para obtener un registro de patrimonio completo, analizan el ADN de los huesos encontrados y aquéllos que conservan material genético pasan a formar parte de una colección , “de manera que si dentro de 30 años llega alguien con una herramienta más sofisticada pueda obtener una información más completa del mismo hueso. La clave de guardar todo este registro de datos es estar dispuesto a que otro te corrija y pueda aportar más”, explica Bernáldez-Sánchez.
Rescatar el material orgánico
Un grupo de investigadores paleobiólogos interviene en el rescate del material orgánico de las excavaciones arqueológicas en las que participa. En primer lugar, los paleobiológos extraen la información biológica (talla, edad, sexo y patología) y posteriormente realizan un análisis tafonómico. Éste consiste en analizar la distribución de los restos biológicos en los yacimientos y determinar las huellas producidas por agentes bióticos (raíces, mordeduras, cortes de carnicería) y abióticos (erosión física y química producida por el agua, manchas o concreciones de metales, etc.). De esta manera proporcionan una lectura de todos los parámetros observables para obtener información sobre las condiciones ambientales que existían entonces.
Una vez recopilado el material, un segundo grupo, dirigido por la doctora Jennifer A. Leonard de la Estación Biológica de Doñana y en colaboración con el doctor Javier Porta Pelayo, de la empresa Genoclinics, se ocupará de los análisis genéticos que determinarán el origen y la distancia genética entre las especies actuales y las antiguas. La principal novedad es la utilización de una metodología de genética actual que hasta el momento no se había aplicado a los estudios de genética antigua y que es capaz de solventar uno de los mayores problemas de los estudios paleobiológicos de la Península Ibérica: el nivel freático.
“El agua deteriora el material genético conservado en los huesos, hasta ahora sólo el 3 % de los huesos analizados nos servían para este objetivo", destacan los investigadores. La empresa Genoclinics ha diseñado una metodología que ha aumentado ese porcentaje de huesos con material genético detectable.
Completando el puzzle
Mientras los historiadores determinan los cambios humanos a través de su evolución cultural, el grupo de Eloísa Bernáldez-Sánchez se centra en relacionar esos cambios que la historia abarca con los cambios en el ecosistema.”Nosotros ya trabajamos sobre un puzzle muy bien hecho, ¿y qué le falta a ese puzzle? pues hablar de las relaciones con el medio ambiente”, apunta.
“Desde que el hombre es consciente de que puede dominar los recursos naturales, valerse de ellos y administrarlos para su propio beneficio, comienza a ejercer una presión sobre el ecosistema que podría denominarse paleohuella ecológica, el origen de la ‘huella ecológica’. Primero la agricultura y, posteriormente, la domesticación del ganado, favorecen que los humanos dejen de ser nómadas y realicen los primeros asentamientos, modificando de esta manera el espacio natural”, explica Bernáldez-Sánchez.
El impacto de la actividad humana sobre el sistema tierra, se define como huella ecológica. Este concepto, a pesar de haberse popularizado recientemente, tiene su origen, al menos, en la cultura neolítica (106.000 años a. C. en el Próximo Oriente) que sienta las bases de la civilización actual.
En este sentido, el equipo de expertos del IAPH trata de buscar esa huella en los paleobasureros de los yacimientos arqueológicos: “Aplicando nuevas ideas y técnicas como las del ADN antiguo o los análisis físico-químicos, estos registros orgánicos nos permiten ver las rutas de llegada de las especies a unos y otros continentes, acercándonos cada vez más al conocimiento de quiénes somos y cuánto más nos soportará la Tierra”, destaca.
Sus investigaciones se enmarcan en un proyecto de excelencia motriz denominado Nuevo Enfoque Técnico-Metodológico para la Protección y Conocimiento del Patrimonio Arqueológico Orgánico: Paleobiología, ADN Antiguo y Análisis Físico-Químicos. En el proyecto, colaboran el IAPH, la empresa Genoclinics de la Universidad de Málaga, la Estación Biológica de Doñana (CSIC) la Universidad de Upsala (Suecia) y el Centro Nacional de Aceleradores.


Fuente:  http://www.agenciasinc.es/Noticias/Crean-el-primer-registro-genetico-para-medir-el-impacto-humano-en-los-ecosistemas-desde-el-Neolitico

domingo, 11 de marzo de 2012

El fósil de un pingüino prehistórico gigante

Se ha logrado completar la reconstrucción de un fósil gigante de pingüino, ofreciendo a los investigadores nueva información sobre la diversidad de los pingüinos prehistóricos. Los huesos fueron recogidos en 1977 por el doctor Ewan Fordyce, paleontólogo de la Universidad de Otago, en Nueva Zelanda. 

En 2009 y 2011, el doctor Dan Ksepka, de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, y el doctor Paul Brinkman, viajaron a Nueva Zelanda para ayudar en la reconstrucción del fósil de pingüino; y ahora, han publicado sus hallazgos en el 'Journal of Vertebrate Paleontology'.

Los investigadores apodaron Kairuku al pingüino, una palabra maorí que se traduce como "buzo que regresa con comida". Ksepka se interesó en el fósil porque su forma corporal es diferente a la de todos los pingüinos conocidos, tanto vivos como extintos. Además, el investigador también estaba interesado en la diversidad de las especies de pingüinos que vivían en lo que hoy es Nueva Zelanda, durante el período Oligoceno, que tuvo lugar hace, aproximadamente, 25 millones de años.

Según Ksepka, "Nueva Zelanda fue un lugar ideal para los pingüinos en términos de alimentos y seguridad. La mayor parte de la isla estaba bajo el agua en ese momento, dejando masas rocosas aisladas que mantenían a los pingüinos a salvo de los depredadores, y les proporcionaban comida abundante". Kairuku fue una de las, al menos, cinco especies diferentes de pingüinos que vivieron en Nueva Zelanda durante el mismo período -esta diversidad de especies fue lo que hizo difícil la reconstrucción.

"Kairuku era un ave elegante para los estándares de los pingüinos, con un cuerpo delgado y aletas largas, pero patas cortas y gruesas", explica Ksepka. Los investigadores realizaron la reconstrucción a partir de dos fósiles de Kairuku, por separado, utilizando el esqueleto de un pingüino rey actual, como modelo. El resultado fue un pájaro alto, de pico y aletas alargados. Sin duda, la mayor de las cinco especies que eran comunes en la zona durante el Oligoceno.

Aragosaurus ischiaticus tiene 15 millones de años menos


El grupo de investigación Aragosaurus-IUCA de la Universidad de Zaragoza ha revelado que Aragosaurus ischiaticus, el primer dinosaurio saurópodo descrito en España, y hallado en Teruel, era 15 millones de años más joven de lo que se pensaba inicialmente. 

Así se recoge en el estudio publicado por José Ignacio Canudo, autor principal del estudio e investigador del Grupo Aragosaurus-IUCA, en la revista científica 'Geological Magazine'. Desde hace más de 30 años, la antigüedad de los restos hallados en Teruel de Aragosaurus no quedaba del todo clara. 

La nueva datación es coherente con que Aragosaurus sea un ancestro de los Titanosauriformes, grupo en el que se incluyen los dinosaurios más grandes que existieron. 

El investigador aragonés José Ignacio Canudo ha asegurado que se trata del único dinosaurio descrito en España de esa edad y el más completo de Europa, y que se encuentra entre las faunas de saurópodos del tránsito Jurásico-Cretácico (hace 135 millones de años) y las del Barremiense (hace 116 millones de años).

La nueva edad de Aragosaurus completa un intervalo temporal de transición entre el Jurásico y el Cretácico, en el que hay poco registro en el mundo, tal como se afirma en el estudio publicado en 'Geological Magazine'. Aragosaurus sería en este contexto un ancestro primitivo de los saurópodos titanosaurios que, posteriormente, dominaron todas las zonas terrestres del Cretácico Superior por Europa y Asia. Sería además el único dinosaurio español del Hauteriviense, de hace entre 136 y 130 millones de años. 

El estudio demuestra, a partir de la nueva datación, que Aragosaurus, descrito por José Luis Sanz y colaboradores en 1987, sería el más antiguo de su grupo y podría representar el ancestro común. "Podría ser que el origen de este grupo sea europeo, y por qué no ibérico. Nos queda mucho por conocer aún", ha dicho Canudo. 

Sobre Aragosaurus ischiaticus "quedaban algunas lagunas en cuanto a su posición estratigráfica", ha añadido el investigador, quien ha añadido que la datación "suele ser complicada por la imprecisión de las escalas continentales". Por esta razón, algunas especies de dinosaurios cambian de edad cuando se detalla su antigüedad, "incluso en decenas de millones de años".

El grupo de investigación realizó un trabajo geológico minucioso de campo para descubrir que los restos se encontraban en la parte inferior del yacimiento de El Castellar, en Teruel. Como la parte inferior es "muy pobre" en fósiles -en comparación con la superior-, los únicos restos que han permitido la datación de Aragosaurus han sido una asociación de polen fósil.

Para Canudo, precisar la antigüedad de los dinosaurios es "fundamental" para conocer la paleobiogeografía o la evolución de estos seres. "Edades erróneas producen resultados equivocados en la correlación entre los continentes", ha concluido.